Aunque la polémica hace tiempo que colea, está hoy más que nunca servida, siendo los tiempos que corren cada día más amigos de la imagen y del espectáculo. ¿Cómo prescindir del cuerpo o disimularlo en lo que Vargas Llosa ha bautizado como la civilización del espectáculo? Cuando tras siglos de ocultación, de “ablación” del cuerpo, llegó el destape (y no, no me refiero al cine guarrillo y cutrón de la Transición), los conservadores se echaron las manos a la cabeza: era el comienzo de un viaje hacia la liberación de la mujer ya sin posible retroceso, el reinado de lo que el francés Gilles Lipovetsky llamó “la tercera mujer”, una mujer sujeto y no objeto. Pero como toda cara tiene su cruz, pasadas las décadas una amplia corriente del feminismo opina que la liberación de la mujer se ha despeñado por precipicios en los que no tenía que caer.